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miércoles, 25 de noviembre de 2009

La partida del deseo*


Que solo tú sabes que ayer me mordía los labios y me retorcía en una cama mientras sentía que me estremecía por la unión de tu voz y tu recuerdo. Que salen las propuestas…y en ellas, implicada, la locura. La locura que me provocas y a la que accedo cuando rozo tu piel. Esa piel que me produce millones de sensaciones a la vez. Esa piel que se eriza cuando le susurro al oído que no dejo de morderme los labios por pensar en ella y en su roce.

Dejar liberar mi imaginación, perder la vergüenza y llegar hasta lo más profundo. Acompañar una respiración que hace subir la temperatura. Recordar cómo ha sido y planear como será. Pedir permisos innecesarios para llevar a cabo locuras que provocan sonrisas, que no risas.

Desear que llegue el momento de compartir de nuevo, de encontrarte de nuevo, de sentirte de nuevo. De que seas mío y yo tuya. De que no haya excusas, de que no exista el tiempo y de que no haya más que nuestro propio deseo. El deseo que hace de todo esto un juego peligroso. Un juego en el que tú eres mi pareja y hay miradas cómplices ante ojos que buscan adivinar cuál será nuestro siguiente movimiento. Pobres ingenuos que no saben que ya ha empezado la partida del deseo. La partida de las miradas cómplices y de los roces disimulados. De las sonrisas que ocultan la picardía del recuerdo de la fantasía.

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